Opúsculo Antropológico:
Sol, monoteísmo y tranvíasC. Montufar, 2 de octubre 2009 – Social Management Systems
En agosto, redescubriendo el tranvía subterráneo de Bruselas, que aquí lo llaman metro, mientras conversaba con Bob, mi amigo consejero de arte, una idea se introdujo en mi cotidianidad: ¿y si fuera el sol único, la causa del monoteísmo?
Regresando al tranvía subterráneo, descubrí que hasta hace solo un año, la línea Stokel – Bizet, recorría de este a oeste la ciudad. 26 estaciones en total. Esta línea me es familiar porque en la penúltima estación este, se encuentra Alma, donde está la Universidad Católica de Lovaina, la facultad de medicina y su hospital docente: San Lucas, allí estudié una buena parte de mis treintas.
Hace unos días, nos encontramos con mi antiguo profesor de fisiología del trabajo en la estación de Vandervelde, que queda una parada antes de Alma, con el fin de almorzar en la citadela universitaria. Allí en Vandervelde, en pleno diciembre de 1995, protegido con el grueso abrigo gris polaco, que me regalo el tio peludo, era clavo, de allí el sobrenombre, me hice tomar unas fotos, con mi vieja cámara amarilla de tantas exposiciones. Esas mismas fotos que llegarían mas tarde a Tarapoa y Quevedo. En una de aquellas, en mis manos mostraba un papel donde con grandes caracteres escribí: viva Quevedo y viva Tarapoa! Unos años más tarde, encontraría una de estas fotos publicada en un suplemento de El Comercio de Quito.
Lo importante, era que ahora el tranvía si bien sigue la misma ruta hacia el este de la ciudad, ahora se detiene en la gare del oeste, dejando para otra línea las cinco estaciones restantes (Jaques Brel, Aumale, Saint Guidon, Veeweide et Bizet). Pero eso no es todo, la otra línea Herman Debroux – Erasme, continua hasta Erasmus, 4 estaciones más hacia el sur oeste, terminando casi en el hospital universitario de la Universidad Libre de Bruselas (Erasmus). Si la línea continuara como antes, habría unido los dos hospitales universitarios. Dos universidades separadas por jerarquías sociales distintas.
Aun guardo el recuerdo, cuando solo habían tres líneas de metro: Stockel – Bizet, Heysel – Herman Debroux y Simonis – Clemenceau. Hoy existen 5. Sin embargo, lo que atizo mi curiosidad, fue confirmar que gran parte de mi vida en Bruselas, la viví al este de la ciudad, mítico eje del nacimiento solar…
Con Bob, nos solíamos dar cita en un bar, lateral al monumento del Cincuentenario, al salir de la estación Merode. Fue el, quien me recomendó hacer el PhD en antropología, dada mi inclinación por la religión, el arte, la filosofía y la ciencia.
Aquí, ahora, a unos 8000 kilómetros de Bruselas, en la antigua ruta entre Langa, un pueblo floreciente de principios de siglo, en plena África profunda, subido en una colina y observando el sol omnipotente sobre las praderas, mientras hacia un poco de footing, me decidí a traducir la idea del sol como base del monoteísmo en letras. Y así, surgió, ¡sol monoteísmo y tranvías!
Pero, lo realmente importante de este ensayo, al menos, así quiero creerlo, es ¿por qué el sol, único astro reinante en el cielo durante el día es argumento que fundamenta el monoteísmo?
Los asirios adoraban el fuego sagrado, símbolo del aspecto masculino de su dios, mientras el aspecto femenino lo representaban en la reina Semiramis. Asur, el Dios alado, que emergió del disco solar fue parte de la simbología religiosa. Posteriormente apareció Zoroastro, reivindicando, el también, el verbo solar con el dios Ahuramazda. En su juventud Zoroastro es llevado por Vohumano, dios tutelar de la raza, a una alta montana en donde Ahuramazda le entrega el Avesta, condigo sagrado de la nueva religión.
Los incas, si bien provenían de Mama Ocllo y Viracocha, emergiendo del lago Titicaca, representaban al dios Inti, también imagen solar.
En épocas menos antiguas, Giordano Bruno sostenía “ya no esta encarcelada nunca mas nuestra razón con los conceptos de los fantásticos, 8,9 y 10 móviles y motores(…) sabemos que no hay mas que un cielo(…) hemos descubierto el infinito efecto de la infinita causa (…) y sabemos que no hay que buscar la divinidad, lejos de nosotros (…). Bruno se interesa en Copérnico y busca las consecuencias de su teoría heliocéntrica; otro factor de predominancia del sol, en el sistema de creencias en pleno renacimiento (1543, De la causa, principio y uno).
El sol, representa al dios omnipresente, locuaz no es extraño, observándolo, único y resplandeciente en el cielo. Casi como un ojo cósmico, que todo lo ve y todo lo juzga. El sol comos ador de calor, de vida y de visibilidad, representa al dios nutriente, protector y todopoderoso, que todo lo refleja, lo cubre y lo alumbra sobre la faz terrestre, fácil a interpretarlo como un dios!
El sol, finalmente, único astro dominante en el cielo, durante el día, puede identificarse como el dios único, solitario, hegemónico, omnipotente, omnipresente, omnisciente; dando curso a la tendencia monoteísta de las religiones…
Para loes egipcios, el concepto de dios personal como entro y vida del universo, creador de todos los seres, es parte fundamental de su pensamiento. Sin embargo, la existencia de seres perfectísimos semejantes a dios, o dioses redentores y propinadotes, favoreció a la dispersión de los atributos divinos, que solo dios poseía y haciéndolos aun superiores a él. Esta idea llevo a los hombres a deidificarse a si mismos, no en una perfecta unión con dios, sino e exclusivamente, como una imagen de dios.
¿El sol único, como fenómeno natural, motivo el monoteísmo? Aparentemente si. Y ese es el argumento central de este texto. Esta precisión, aparentemente anodina, me recuerda que en muchas imágenes medievales de la virgen Maria o Jesucristo, la aureola semeja a los rayos del sol. Guardan las religiones monoteístas actuales, el símbolo solar como fundamento? ¿Son nuestras religiones contemporáneas, prolongaciones adaptadas del culto a la naturaleza, bajo la luz del astro mas presente en los días de la humanidad?
Bibliografía:
1. Como ser rico con poco dinero, Jara Far, 2006
2. De la causa, principio y uno. Geordano, Bruno, 1543
3. De umbris idearum (Sur les ombres des Idées), Geordano Bruno, 1583
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